Vamos a romper ventanas para que lluevan cristales

Locura que nace en la palma de tu mano y muere en la distancia que se halla entre mis piernas, provocando una pelea de palpitaciones nerviosas contra los escalofríos que se crean en mi espalda. Huyendo de toda lógica antepuesta a la velocidad de las yemas de tus dedos cuando me rozan. Manejando las manecillas del reloj a cara de perro, mientras mis dudas se encuentran con tus miedos. Vendándonos los ojos para no ver de cerca las verdades que nos diferencian, a la vez que nos destapamos los mordiscos de la boca y nuestras lenguas juegan a perderse en duelos sin sentido para acabar buscando el nuestro.

Locura caprichosa que escapa de las leyes de la física que no nos hacen (ni quieren hacernos) justicia alguna. Sabiendo que tus lunares y mis pecas guardan más de un secreto a bocajarro, contándose los te quieros que nos sobran junto a nuestras ganas. Cobijándonos yo en tu ombligo y tú en el mío, mojándonos por dentro mientras ahí fuera brilla algún que otro sol cabrón que nos mira con envidia.

Déjame decirte que estoy ansiosa de que nos pille la lluvia y nos cale los besos, agarrándose a mis tripas y a tus huesos, de tal forma que se nos acabe por resfriar el corazón. Y allí, entre las mentiras que guardo en mi paladar y las que tú escondes debajo de las uñas, empaparnos de la vida que nos provoca el estar juntos.


Yo contigo, tú conmigo.