Allá tú y la insoportable levedad del no saber estarte quieta,
siempre buscando una cara que te devuelva el pecado que un dios harto de vino
y sin permiso te perdonó.
y sin permiso te perdonó.
Allá yo y la locura que volvió loco a mi padre
y a mi madre llevó por el camino de la impaciencia,
y a mi madre llevó por el camino de la impaciencia,
rogándole a la virgen que me guardase de alguna manera en su vientre
para que regresase como ella me trajo al mundo
para que regresase como ella me trajo al mundo
viva y libre
de fracasos,
de miedos;
de riendas.
Allá tú, mujer, que aun decapitada levantaste tu limpio rostro de llanto
frente a la culpa que te asignaron sin mirarse las manos llenas de piedras.
Que te tragaste las hijas que jamás parirás para defenderlas de la amenaza de la vida.
Allá tú, que volaste y no me dejaste aquí, huérfana y viuda.
Allá yo, que me fui y no te abandoné con las escandalosas cifras, la brecha salarial, la cosificación mediática y todos esos titulares que nunca te contarán la verdad de mi marcha. Que dirán que me fui sola. Que llevaba falda.
Allá tú y tú y tú, y tú.
Pero nosotras siempre hemos sido más rápidas que las mentiras.
Allá nosotras donde nosotras queramos,
codo con codo,
detrás de ti, detrás de mí,
caminando contigo, mujer,
por los siglos y en los siglos.
Ya no pueden pillarnos.
Te lanzo versos y besos de poeta agrietado y mediocre a donde quiera que estés, que si vuelves sea ésta tu bienvenida verdadera.
ResponderEliminarLos recojo para ir marcando el camino de vuelta, como si fuesen miguitas de pan.
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