El otro día soñé con aviones.
Aviones llenos de dudas y fracasos en movimiento
que se mezclaban confusos con el pasaporte en la mano.
Rebosantes de ese vacío sucedáneo de quien nunca espera a nadie.
Manchados de no saltar en charcos cuando no llueve.
Aburridos de ser fracasos y no decepciones.
Contentos con la vida, imbéciles, que creen interpretar.
Sumisos a todo interrogatorio propio.
Dependientes de los cinco sentidos ajenos.
Del qué dirán los vecinos cuando me vean llegar.
Cansados de tantas agonías y tantos derechos
que quitan otras agonías y otros tantos derechos.
Inseguros si alguien les sopla la nuca.
Valientes si son ellos los que aprietan los cordones.
Cogiendo de la mano a esa rutina que todos criamos,
día tras día,
como si fuera una madre enferma;
pero a la que muy pocos somos capaces
de limpiarle las lágrimas y peinarla bonito,
día tras día,
incluso en años bisiestos.
No recuerdo qué pasó después.
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Entro de vez en cuando por aquí y me encanta cuando me encuentro cosas nuevas. Bonita que eres.
ResponderEliminarAy, Marta, que voy a tener que adelantar ese abrazo.
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